La educación secundaria, educación media, segunda enseñanza, enseñanza secundaria, enseñanza media, bachillerato o estudios medios
Puede ser una educación secundaria común para todos los alumnos o diversificada en vías formativas según las salidas posteriores. Las modalidades, a la vez, pueden tener diversas especializaciones y orientaciones que permiten formarse en temas específicos.
La extensión de la enseñanza media dista mucho de ser masiva, aunque muestra incrementos en los años ochenta. La participación de la matrícula pública en el total de alumnos de este nivel tiende a disminuir y representó el 35% en 1986.
El sector privado es el más importante proveedor de este servicio; suple principalmente las necesidades de los sectores medios y altos urbanos y en parte también de sectores pobres urbanos.
Es notable la mayor incorporación de la mujer al nivel medio de enseñanza, tanto en cifras absolutas como porcentuales. Durante los ochenta las dominicanas incrementaron su participación, que ya era mayoritaria a comienzos del decenio y, al igual que en otros países latinoamericanos, en la segunda mitad de esa década representaban el 55% de la matrícula secundaria.
El perfil de la población adolescente y joven presente en nuestra educación media, en los contextos rural y urbano-marginal de nuestro país es muy diverso. Varía según el territorio, las provincias, municipios, comunidades y entornos. Esta diversidad en la población adolescente y joven en sus condiciones socio-económicas, territoriales y culturales no ha sido suficientemente analizada y visibilizada en el sistema educativo desde sus diferencias territoriales, socio-económicas y socio-culturales.
Encontramos a muchos docentes y directores/as de centros y distritos que desconocen la realidad socio-económica y cultural de la población presente en las aulas, el proceso educativo cotidiano tiende a estar desconectado de las aspiraciones, necesidades y realidades de la población estudiantil.
La cultura juvenil y adolescente y joven es cambiante y presenta componentes muy distintos, como son:
– Combinación trabajo informal y/o formal y vida escolar.
– Vestimenta y uso de accesorios (aretes, collares, tatuajes, pañuelos) en sus diferentes tendencias según estilos e identidades colectivo-juveniles.
– Cortes de pelo y peinados y su relación con la pertenencia a un patrón identitario desde la cultura juvenil.
– Opciones sexuales diversas. Adolescentes y jóvenes con opciones sexuales distintas, homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales.
– Tipologías de patrones y prácticas sexuales distintas.
– Maternidad y paternidad adolescentes.
– Diversos estados conyugales, estudiantes casados/as o unidos/as.
– Manifestaciones musicales desde la formación de grupos musicales en sus distintas expresiones y géneros.
– Pertenencia a grupos y bandas juveniles de diferentes denominaciones.
– Consumo de juca y alcohol.
– Redes sociales e internet.
– Pertenencia a grupos y prácticas mágico-religiosas diversas.
– Elaboración de artesanías, tejidos y confecciones.
Todos estos componentes tienden a ser reprimidos, sancionados y excluidos del quehacer educativo, lo que genera una confrontación y conflicto permanente entre docentes, directivos/as de centros y estudiantes.
La lógica debe ser inversa. El sistema educativo debe reconocer los componentes de la realidad de la población adolescente y joven para integrarla al proceso educativo.
La posibilidad de que los currículos de educación media estén contextualizados y abiertos a la retroalimentación desde la participación de la población sujeto del aprendizaje facilita que la educación media sea realmente de calidad.
Las tasas brutas de escolarización indican un leve incremento de la cobertura y reflejan también la participación más elevada de las mujeres en este nivel. En 1985 accedía a la enseñanza secundaria el 57% de las mujeres que podía hacerlo y sólo el 44% de los varones.
Encontramos a muchos docentes y directores/as de centros y distritos que desconocen la realidad socio-económica y cultural de la población presente en las aulas, el proceso educativo cotidiano tiende a estar desconectado de las aspiraciones, necesidades y realidades de la población estudiantil.
La cultura juvenil y adolescente y joven es cambiante y presenta componentes muy distintos, como son:
– Combinación trabajo informal y/o formal y vida escolar.
– Vestimenta y uso de accesorios (aretes, collares, tatuajes, pañuelos) en sus diferentes tendencias según estilos e identidades colectivo-juveniles.
– Cortes de pelo y peinados y su relación con la pertenencia a un patrón identitario desde la cultura juvenil.
– Opciones sexuales diversas. Adolescentes y jóvenes con opciones sexuales distintas, homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales.
– Tipologías de patrones y prácticas sexuales distintas.
– Maternidad y paternidad adolescentes.
– Diversos estados conyugales, estudiantes casados/as o unidos/as.
– Manifestaciones musicales desde la formación de grupos musicales en sus distintas expresiones y géneros.
– Pertenencia a grupos y bandas juveniles de diferentes denominaciones.
– Consumo de juca y alcohol.
– Redes sociales e internet.
– Pertenencia a grupos y prácticas mágico-religiosas diversas.
– Elaboración de artesanías, tejidos y confecciones.
Todos estos componentes tienden a ser reprimidos, sancionados y excluidos del quehacer educativo, lo que genera una confrontación y conflicto permanente entre docentes, directivos/as de centros y estudiantes.
La lógica debe ser inversa. El sistema educativo debe reconocer los componentes de la realidad de la población adolescente y joven para integrarla al proceso educativo.
La posibilidad de que los currículos de educación media estén contextualizados y abiertos a la retroalimentación desde la participación de la población sujeto del aprendizaje facilita que la educación media sea realmente de calidad.
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